Sueños


Como una mesa rugosa, hay un mundo hermoso detrás de los árboles. Es un mundo imaginario pero real, un mundo que creo y descreo, que veo y no veo.

Hay un árbol de corteza imperfecta y arrugada, muy oscura. Está a mi izquierda, inmóvil y con agujeros en algunas partes de su superficie. Está inclinado hacia adentro de ese lugar con el que tanto sueño y ahora se me aparece de un color distinto y más oscuro. 


Es un lugar encantado porque hay flores, las que acompañan el alma, los colores están a la derecha de ese lugar, muy verde, de hojas tan húmedas que el lugar se vuelve frío y agradable a la vez porque el aire es puro.


Una persona que contrasta con su piel tan blanca aparece muy pequeña en el fondo allá abajo, sobre el manto de hojas secas, dándole un contraste a la escena. Él me mira con esa sonrisa que me gustó ese día, es como de júbilo, se agacha y ahí ve esas flores que tanto me gustan. Elige mis colores y me mira porque yo estoy arriba del lugar en un peñasco de tierra oscura con pocas hojas y solo unas ramas para estar en equilibrio. 


Yo veo todo cuanto hay, me sorprende el fondo oscuro. Las flores son mi salvación, rojas, blancas, naranjas, sobre todo esas, son las que tengo en mi mente. La humedad las vuelve reales a todas y él se da cuenta de mi paz. Y aparece su sonrisa de nuevo, es tan hermosa. Sigue buscando más flores como si quisiera enviármelas por el aire que respiro, puro, verde y naranja.


El lugar empieza a ser más claro, un rayo de sol aparece sobre el árbol rugoso de la izquierda y se refleja justo encima de él por la espalda, sintiendo su calor y yo empiezo a caminar con trabajo al principio, agarrándome a lo que encuentro, con mis pies hundiéndose en la tierra hasta que llego a las hojas secas y ahí me siento más segura. Porque ahí están sus pies, sus piernas, su cintura, sus brazos y su pecho. Y aunque aún no veo su rostro él mantiene las flores en sus manos, y yo veo su gesto amable y gentil, las flores en mis manos, y su cuello y su rostro.


Ahí veo su sonrisa que un día vi en otro lado, hoy la tengo frente a mí en este lugar tan extraño y mágico, que se ilumina justo cuando contacto con sus manos, y entonces siento su aliento cercano, sus manos están frías, y las mías son más tibias, su mirada temerosa y su sonrisa es muy segura. De esas que se ofrecen para descansar el alma, de tan segura que te quedas mirando para que no de apague.