Cómplices
Ellos se
conocieron un domingo en la playa hace 40 años, eran muy jóvenes, él estaba
terminando el secundario y a ella le faltaban 2 años. No se conocieron en la
arena tomando sol, sino por la calle principal de aquel pueblo, cuando ella
caminaba tomando helado moviendo sus caderas en vaivén. Muchos se daban vuelta
al verla, claro en un país caribeño esos atributos son muy reconocidos. Él iba
en su bicicleta y frenó cuando la vio porque la conocía, la había visto en el
colegio algunas veces, aunque nunca habían hablado ni tenían amistades en
común.
Más tarde me
enteré, porque ella era mi amiga, que un día se habían confesado mutuamente qué
los atrajo tan fuerte aquel día. Ella le había dicho que era su sonrisa tan
afable, ella creía que reflejaba su alma y que podría confiar en él cuando sus
miedos la asaltaran. Bueno, él le dijo que vio como ella se recostó a la
bicicleta como si se conocieran de toda la vida.
Inmediatamente
se pusieron de novios y durante un año vivieron una linda historia de
amor. Luego él se fue a vivir a otro
país, lo que provocó la tristeza de ella y, aunque al principio se enviaban
cartas, no se volvieron a ver por largo tiempo. No que yo sepa.
Hace unos
años, me fui con mi familia a la playa, la misma de siempre, me resultaba cerca
de mi casa y era bastante buena, mi esposo y yo llevamos a las niñas a
descansar unos días.
La playa
estaba vacía y el mar un poco movido por la época del año, era un mes de
invierno, cuando más me gustaba ir, porque los días seguían soleados como en
verano. Sentados en la arena, viendo jugar a nuestras hijas, que ya no eran tan
pequeñas y jugaban como si lo fueran, vimos a lo lejos un caballo galopando
despacio por la orilla de la playa. Eran dos personas que lo jineteaban, muy
parecidos los dos. Cuando estaban más cerca de nosotros me di cuenta que eran
un hombre y una mujer y llevaban el mismo color canoso del pelo, el mismo color
de camisa celeste y del short también, blancos los dos.
Pensé, qué
belleza de pareja, y entre más se acercaban más me gustaba mirarlos, pasaron
frente nuestro y entonces reconocí a mi amiga. En un instante recordé toda
nuestra juventud, nuestra amistad, nuestros novios. Y también venía él, con aquella
sonrisa que nunca pude olvidar. Me traía muchos recuerdos. Él llevaba las
riendas detrás de ella y sus brazos la rodeaban en un gesto íntimo y de
resguardo. Ella pasó sonriendo, se veía disfrutando y él solo alargaba sus
labios a los costados como en línea recta, y eso era suficiente, te sentías en
el cielo cuando lo veías.
Pasaron por
delante nuestro y no nos vieron, los vimos alejarse hasta que solo se
distinguía las posaderas del caballo. Muchos recuerdos pasaron por mi mente,
nostálgicos, cómplices. Ella y yo habíamos compartido el mismo novio, sin que
lo supiéramos. Nos enteramos un tiempo después cuando ya él se había ido.
Cuando dejé de verlos mi marido me miraba y entonces me di cuenta que sus labios dibujaban una línea recta, y sus ojos sonreían.